Osos, gatos… ¿y ballenas?
Yo también, aunque no soy escritor si no más bien aprendiz de escribidor, vengo acariciando desde hace tiempo la idea de plasmar sobre el papel un artículo inspirado en algo grande, aunque no lograba dar con el tema… hasta hoy, en que mi numen ha venido a sacudirme del marasmo en que me hallaba sumido: voy a hablar sobre la auténtica Moby Dick.
Lector: - ¿Cómo que la auténtica Moby Dick?
Yo mismo: - Sí, amigo, la auténtica, porque la otra, la de Melville, es un personaje de ficción, mientras que ésta fue un personaje real, un cetáceo de 20 metros de largo y 60 toneladas de peso. No me dirán Vds. que el “tema” de este artículo no es algo grande.
Lector: - Ummm… Pero oiga, no veo la relación que este bicho pudiera tener con Madrid, porque ésta es una página que trata sobre Madrid, ¿no?
Yo otra vez: - Espere el amable lector y no se me impaciente, que ahora abandono el modo diálogo para entrar en modo narración y le cuento.
Corría la primavera de 1954, concretamente el 12 de abril, cuando en aguas del Atlántico cerca de Gibraltar era cazada la protagonista de nuestra historia. Algún avispado vio la oportunidad de hacer negocio con el infeliz mamífero, exhibiéndolo dentro de una barraca de feria en la capital y dicho y hecho la ballena fue trasladada a Madrid en un camión de considerables proporciones.
En un principio se pensó instalar el espectáculo en el Paseo del Prado, y así llegó a anunciarse en la prensa de la época, pero finalmente la barraca se montó en la Plaza de la Moncloa, inaugurándose el viernes 11 de junio. Por dos pesetas uno podía contemplar a sus anchas aquel espléndido ejemplar, recrearse en la visión de sus inmensas barbas o informarse en los carteles ilustrativos y educativos que con tal fin allí se exhibían sobre diferentes aspectos de la vida y morfología de la ballena.
El negocio acabó pronto, cuando el cetáceo, víctima de los calores y del deficiente modo de conservación, empezó a descomponerse. Aquello olía a demonios y la hediondez se apoderó del barrio, lo que obligó a suspender la exposición. El último pase tuvo lugar el domingo 27 de junio. Como recuerdo de esta historia quedaron la expresión “huele a ballena”, que formó parte durante un tiempo del acervo cultural madrileño, y una bonita canción en la que se decían –con música de “A loco” – cosas como:
“La ballena (bis)
hay que ver cómo engaña a la gente.
La ballena (bis)
huele de una forma indecente.
La ballena (bis)
hay qué cosas se ven en Madrid,
no te olvides de ver la ballena,
pero tápate bien la nariz”
Lector: - Oiga, ¿y no le ha quedado un poco escaso el artículo para tratarse de un “tema” tan grande?
El autor: - Paradojas de la vida, amigo lector, paradojas de la vida…
Madrid, 3 de diciembre de 2009
Nota del Autor: Este artículo no habría existido sin la ayuda de Eugenio Rodríguez Amador, que fue quien me contó esta curiosa historia
Bibliografía
- ABC. Madrid, junio de 1954.
- El mundo deportivo. junio de 1954
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