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El Sastre Utrilla o La Elegancia de Madrid
Como en cualquier otra época, en el Madrid de Isabel II vestir bien era sinónimo de distinción y de clase. Sastres como Ortet, Picón, Bartelet o Álvarez se encargaban de dar un toque de elegancia a todo aquel que requiriese un traje confeccionado en sus talleres. Pero hubo uno que destacó por encima de todos y se convirtió en un punto de referencia inevitable para cualquier figurín deseoso de aparentar una buena posición en la sociedad de aquellos años: Juan Utrilla, el sastre de referencia del Madrid de entonces. Su fama traspasó los muros matritenses y las fronteras de España, llegando su nombre hasta Londres y París, los eternos emporios de la moda, a los que acudía en su continua búsqueda de telas e indicios con los que innovar y mantener su privilegiada clientela.
Maestro en el arte de componer fracs y levitas, prenda que convirtió en su especialidad y que contribuyó a imponer en la moda de entonces, su taller se ubicaba en el antiguo número 16 de la Carrera de San Jerónimo, esquina a la antigua Ancha de Peligros, en lo que se conocía entonces como las Cuatro Calles.
A la impecable habilidad de Juan Utrilla en el uso de tijeras, aguja e hilo se sumó el buen trato que ofrecía a su clientela, lo que no tardó en extender su fama por todo Madrid. Tampoco hay que olvidar las peculiares confecciones del sastre, cuyas levitas de atrevidos diseños se conocieron por "levitas a la Utrilla", que serían el equivalente a las creaciones de los más trasgresores diseñadores de la actualidad.
Hasta que logró forjar su fama, Utrilla trabajó muy duro, con largas jornadas que le hicieron dormir en más de una ocasión en la mesa de trabajo. También tuvo que hacer frente a ciertas dificultades que a punto estuvieron de arruinar su vida. En agosto de 1838, una luz en un cuarto en el que se almacenaban algodones y estopas provocó un incendio en su taller que fue fácilmente sofocado. Utrilla pudo perder todo en aquel día.Pero fue en pleno curso de la primera Guerra Carlista donde Juan Utrilla realizó su apuesta más arriesgada, en la que se jugó casi todo su futuro. Dada la escasez de telas en España a causa del conflicto, el sastre decidió adqurir telas en París, que debían llegar en barco hasta Alicante, lugar desde el que se integrarían en un convoy escoltado por un importante destacamento militar. La caravana fue asaltada en tierras manchegas por la famosa, en su época, facción de "los Palillos" [1] , que vencieron a la escolta y saqueron los carros. Las noticias del ataque llegaron a Madrid, y a oídos del sastre, lo que le sumió en la más profunda desesperación. Sin embargo, uno de los carros se detuvo poco antes de la emboscada, debido a la rotura de un clavo de una de sus ruedas, y el carretero que llevaba las telas de Utrilla, amigo del accidentado, se paró para ayudarle a reparar la oportuna avería. Reparado el desperfecto, ambos reemprendieron la marcha, sin encontrar rastro alguno del convoy ni de los soldados ni, por supuesto, de los asaltantes, continuando tranquilamente hasta Madrid, ajenos a todo lo ocurrido. Utrilla, que se veía inmerso en la ruina más absoluta, tuvo de repente la visión que no esperaba haber visto: un carro se había parado ante la puerta de su taller y su conductor le entregaba el género que había comprado poco antes, en el que había hipotecado su futuro. Sin acabar de creer lo que acababa de vivir, el afortunado modisto quedó con un stock muy importante de ricas telas parisinas en una época en que éstas, muy apreciadas y solicitadas en aquellos años, escaseaban en casi toda España a causa de la guerra.
De esta manera afianzó Utrilla su fortuna y se convirtió en un hombre rico hasta el final de su larga vida.
Por si fuera poco, en 1848 corrió por todo Madrid la noticia de su fallecimiento, que resultó ser falsa.
Entre su selecta clientela figuraron literatos como Mariano José de Larra, siempre un dandi de los pies a la cabeza, cuyos descendientes conservan la levita de paño azul que vestía el escritor el día de su muerte, seguramente confeccionada por Utrilla, José Zorrilla o Bretón de los Herreros. También vistieron sus creaciones el Marqués de Salamanca y el gigantesco, hablando en términos de estatura, Juan Alvárez Mendizábal [2], conocido en sus días de gloria como “Juan y Medio” a causa de la portentosa altura, o el popular diestro Juan Mazzantini. Por estas fechas, Utrilla ya era Sastre Honorario de la Casa Real, honor que compartía con Simón del Pozo y Miranda.
En su taller trabajaron algunos oficiales que, más tarde, montarían sus propios negocios, como Ventura Vergara, sobrino político de Utrilla.
Con el tiempo, su nómina de empleados aumentaba, haciendo partícipes de su negocio a sus sobrinos, uno de los cuales fue el célebre sainetero de igual nombre, aquel que perdió el juicio y terminó sus días entre los muros del manicomio que tuvo el doctor Esquerdo en terrenos de Carabanchel Bajo.
Asíduo cliente del Eslava, al que acudía a diario, Utrilla se retiró del negocio y se dedicó a ampliar su fortuna. Por esos años era propietario de diversas fincas, tanto en Madrid como en otras provincias españolas, lo que le permitió vivir holgadamente el resto de sus días, gracias al alquiler de las mismas.
Pero su vejez no iba a ser tranquila. Los planes del excelentísimo, a ratos, consistorio matritense, de ampliar la calle Ancha de Peligros, rebautizada como calle de Sevilla, puso en el punto de mira de la piqueta al viejo edificio en que tuvo su hogar y su trabajo de tantos años. Utrilla no estaba dispuesto a permitir que su casa cayera de esa manera y comenzó una tenaz oposición, inútil después de todo, puesto que el edificio fue demolido finalmente en 1879 [3] y el sastre se trasladó a una lujosa casa que mandó construir en las afueras de la Villa, en la Plaza de Santa Bárbara. La mansión se hallaba cerca de la antigua cárcel del Saladero y era habitual ver por aquellos parajes a todo tipo de facinerosos y gente de escasa calaña, hecho que le hacía protestar continuamente.
En ella fallecería el célebre sastre Utrilla el 23 octubre de 1885, recibiendo sepultura en el viejo cementerio de la Sacramental de San Isidro.
Fuentes Consultadas
- Diario "La Época". Nº 11952, 25 de octubre de 1885.
- Semanario "La Ilustración Española y Americana".
- Corral, José del. “Casas madrileñas desaparecidas: misterios, amores e intrigas”. Sílex Ediciones. Madrid, 2004.
- Gómez de la Serna, Ramón. “Elucidario de Madrid”. Artes Gráficas Municipales. Madrid, 1957.
- San José, Diego. “La tiranía de la moda”. Semanario “Nuevo Mundo”. Nº. 1733, 13 de enero de 1928. Pág. 13.
- VV.AA. “Guía de la Real Casa y Patrimonio. Año 1848”. Imprenta de Eusebio Aguado. Madrid, 1847.
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