Glosario arquitectónico madrileño: “cúpula”

En esta segunda entrada correspondiente a la letra “C”, quinta hasta el momento del glosario en general, pasamos a describir un elemento clásico y primordial de la arquitectura de todos los tiempos: la cúpula. Elemento estructurante y centralizador de todo ámbito edificado, centra las miradas y sobrecoge admirativamente el espíritu del visitante, que se aproxima con cautela y lentitud casi reverenciales a situarse bajo su verticalidad amparadora, quizá sobrecogedora. Su interior nos acoge obligándonos a levantar la mirada hacia  esa recreación del cosmos; sin embargo, si lo contemplamos desde el exterior no siempre será fácil adivinar esa estructura semicircular característica, ya que a veces se cubre con un “estuche” arquitectónico que desvirtúa su pureza geométrica en aras del pragmatismo constructivo. Un soberbio ejemplo de maravillosa cúpula en su intradós, complementado con un teatral cimborrio en su exterior, lo encontramos en la antigua iglesia conventual del Santísimo Sacramento, actualmente Catedral Castrense de las Fuerzas Armadas. Pero antes de visitarla, procedamos a la definición de esta entrada.

Cúpula

CÚPULA: (del original griego kupellon –“pequeña taza”- pasa al latín cupella, diminutivo de cupa, “cuba” o “taza”) También conocida como «domo», es un elemento arquitectónico, consistente en una bóveda hemisférica que se utiliza en un edificio para cubrir un espacio de planta circular, cuadrada, elíptica o poligonal, apoyada  sobre trompas o pechinas colocadas en los ángulos que transforman el cuadrado en un octógono o un círculo, respectivamente (Foto 1).

En el caso presente madrileño vamos a contemplar la modalidad de cúpula encamonada, la cual consiste en una cúpula interior formada por materiales de poco peso, como madera o cañas cubiertos de yeso,  conocido como “cañizo”, o bien elaborada en escayola, y sustentada por medio de “camones” o vigas de madera a las paredes internas del cimborrio que protege de la intemperie estos frágiles materiales (foto 2).

Iglesia catedral de las Fuerzas Armadas

Situada al final de la calle del Sacramento, en concreto en el nº 11, y en  confluencia con las calles Pretil de los Consejos y Mayor, es actualmente la sede del Obispado de las Fuerzas Armadas españolas. Es uno de los templos más hermosos del barroco madrileño, que afortunadamente conserva casi todos sus elementos muebles originales, y que en los últimos años ha experimentado una restauración realmente modélica, y ello a raíz de su traspaso, en 1985, a la jurisdicción de las Fuerzas Armadas como sede episcopal castrense.

Fundación y complejo desarrollo constructivo

Sus orígenes no hay que vincularlos al estamento marcial, sino al deseo de la alta nobleza española de los siglos XVI y XVII de obtener, con los patrocinios de estas fundaciones monásticas, las simpatías de distintas órdenes religiosas que mitigaran en parte, por su gran influencia en la sociedad, los abusos de poder y corruptelas que cometían frecuentemente en esos años del Antiguo Régimen.

Y uno de estos personajes corruptos, impulsor del tráfico de influencias y favorecedor de una camarilla integrada por familiares y clientes, fue el duque de Uceda, D. Cristóbal Gómez de Sandoval. En esta tendencia, digno hijo de su padre el duque de Lerma, D. Francisco Gómez de Sandoval, valido de Felipe III, no tuvo reparo en conspirar contra el mismo, hasta que consiguió fuese destituido por el monarca en 1618. Nombrado D. Cristóbal como nuevo valido de Felipe III, el valimiento fue muy breve, apenas tres años, pues en 1621 fallecía el rey, ascendiendo al trono su hijo de 17 años, Felipe IV, que aupó como nuevo valido al conde-duque de Olivares, antiguo aliado de Uceda.

En este tiempo, el duque de Uceda, al tiempo que construía su grandioso palacio de la calle Mayor (actual sede de la Capitanía General del Centro y del Consejo de Estado),  fundó, aledaño al mismo, en el año 1615, el monasterio cisterciense femenino del Santísimo Sacramento, viniendo las religiosas del Convento de Santa Ana y de San José de Valladolid. Provisionalmente, fueron alojadas en unas casas de la calle del Estudio de la Villa. La destitución de su patrón, el duque de Uceda, en 1621, retrasaría enormemente la construcción de convento e iglesia, cuyas obras se iniciaron en 1671 bajo las trazas del arquitecto Bartolomé Hurtado. Los trabajos de construcción discurrieron hasta el año 1690, en que el templo estaba cubierto y el convento finalizado; no obstante los retrasos en los pagos por parte del administrador de la testamentaría del duque de Uceda y de la comunidad de religiosas, derivaron en pleitos judiciales que retrasarían la finalización total de las obras del templo hasta el año 1744 por el arquitecto Andrés Esteban, quien también se encargaría del diseño decorativo del interior.

El templo se libró de saqueos durante la francesada (1808-1813), como asimismo de las desamortizaciones decimonónicas. En 1869 se convertiría en Iglesia de Santa María, al convertirse en sede de esta parroquia, derribada el año anterior, y de la imagen de la Virgen de la Almudena, hasta el año 1911 en que se consagró la Cripta de la Catedral entonces en construcción. En la Guerra Civil, el convento sufrió daños, no así la iglesia, que fueron restaurados en la posguerra. Y, finalmente, las religiosas abandonaron el convento en los años 60 del siglo XX, cuyo edificio fue derribado, construyéndose en su lugar un edificio de apartamentos y oficinas municipales entre 1976 y 1978 (foto 3). Se conserva, asimismo, en su parte meridional el “huerto de las Monjas”, transformado en recoleto jardín público.

Visita del templo

Desde la posición dominante de la calle Mayor, y junto al palacio construido por su patrón original, tenemos una visión inmejorable de la fachada de la iglesia (foto 4), convenientemente basculada para mostrar una imagen frontal vista desde la principal vía del Madrid Habsburgo.

Frente a la fachada se levanta un murete en granito coronado por una verja de hierro, separada por machones rematados por piñas, que delimitan una pequeña lonja de transición entre la calle y el templo.

La fachada está construida en piedra granítica y dispuesta en forma de rectángulo vertical, rematado por frontón mixtilíneo. Dividida en cuatro partes, en la zona inferior hallamos el pórtico compuesto por tres vanos de acceso, uno central, rematado por arco rebajado o escarzano y dos laterales, la mitad de estrechos que el central, culminados en arcos de medio punto. Estas portadas se encuentran cerradas por rejas de forja de principios del siglo XVIII. La segunda parte de la fachada muestra una magnífico relieve en piedra caliza de San Bernardo y San Benito adorando la Sagrada Eucaristía entre una barahúnda de angelitos (foto 5), flanqueado de dos ventanas rectangulares con molduras con orejeras; la tercera parte de la fachada la ocupan tres ventanales, más ancha la central que las laterales. Todo este cuerpo se culmina por un frontón de líneas contrapuestas cóncavas y convexas, que aloja ventana con campana, y flanqueado por pináculos en forma de jarrones agallonados, y culminado por cruz lítica cuadrangular de secciones esquinadas.

Sorprendente nártex

Tras rebasar la lonja, y atravesada la portada central, no deja de sorprendernos el amplio atrio o “nártex” que nos recibe, con basamento y solado graníticos, y cuya bóveda plana nos ofrece una gran tondo circular con un fresco que, a modo de trampantojo, nos ofrece una visión de un cielo azul centrado por un esplendente astro diurno circunvalado por angelitos en llamativos escorzos unidos por una larga filacteria (foto 6) obra de los hermanos Luis  (1715-1764) y Alejandro (1719-1772) González Velázquez, afamados pintores del siglo XVIII – el segundo, también arquitecto- que realizan la totalidad de los frescos del templo.

Un interior de luminosa estructuralidad barroca

Tras rebasar, a modo de filtro transicional, los anteriores ámbitos, accedemos finalmente al templo propiamente dicho. Rápidamente advertimos su estructura en planta y alzado; tal es la claridad y racionalidad de su arquitectura. Estamos en un templo de planta de cruz latina (foto 7), con única nave de tres tramos culminada por bóveda de cañón de lunetos, y breve crucero en cuya intersección con la nave principal se halla la cúpula. Inmediatamente llama la atención la amplitud del edificio, así como su elegante decoración, ésta última responsabilidad del arquitecto, ya referido, Andrés Esteban, quien finalizó el templo. Así, resaltan las pilastras cajeadas que rematan en  expresivos capiteles de orden compuesto (foto 8). También destacan las ménsulas que sustentan el entablamento, dispuestas en parejas y que tan características resultan en el barroco arquitectónico madrileño. Pero en el conjunto de este esplendor edilicio, hay un elemento que resalta especialmente y hacia el que nos sentimos fuertemente atraídos.

Una cúpula digna de las escenografías teatrales barrocas

Inmersos en su verticalidad cenital, alzamos la mirada bajo el amparo del mismo centro de la magnífica cúpula (foto 9).  Apoyada sobre pechinas en la intersección de la nave y del transepto, advertimos que su anillo inferior se sustenta sobre grupos de cuatro ménsulas, a diferencia de la disposición pareada que las caracteriza en la nave principal y en el crucero. Este anillo es la base del tambor ciego que da paso a la cúpula encamonada propiamente dicha, en este caso fajada por molduras de escayola, y culminada por delicada y luminosa linterna. Esta cúpula que admiramos es uno de los mejores ejemplos de arquitectura encamonada que han sobrevivido intactos en Madrid, y magnífico ejemplo de esta técnica que teorizó en su obra “Arte y Uso de la arquitectura”, y puso en práctica el arquitecto y religioso agustino Fray Lorenzo de San Nicolás (1593-1679). La totalidad de la cúpula está profusamente decorada por los hermanos González Velázquez, en cuyas pinturas emplean la técnica de las arquitecturas fingidas (no olvidemos que Alejandro, además de pintor, fue arquitecto) y en ella podemos apreciar hornacinas de corte rococó que albergan jarrones, celajes, cortinajes y personajes alegóricos. El tambor aparece decorado con escenas de fuerte simbolismo religioso, como Sansón desquijarando al león, Cristo Salvador, una representación eucarística, etc., que requieren una observación lateral del conjunto de la cúpula. Las imágenes de los cuatro evangelistas aparecen en el anillo de la cúpula englobadas por fastuosos marcos en escayola de estilo rococó. También destacan poderosamente en las pechinas las magníficas imágenes de San Benito de Nursia  con la alegoría de la Caridad y angelitos(foto 10), quien  fundó el monacato occidental con la orden de los benedictinos; San Bernardo de Claraval (foto 11), con la alegoría de la Paz y angelitos, quien fue reformador de la orden benedictina del Císter;  en las pechinas restantes, se representan a Santa Escolástica, hermana de San Benito, con la imagen de la Castidad; y a Santa Humbelina (foto 13), hermana de San Bernardo, con la alegoría de la Prudencia.

Riqueza retablística

Hay que destacar el hecho de que este templo conserva su decoración mueble prácticamente intacta, y aunque en la guerra civil el edificio conventual fue asaltado y gravemente dañado, afortunadamente se pudieron proteger el templo y su artístico contenido, pudiendo hoy en día admirarse un magnífico conjunto de retablos de mediados del siglo XVIII.

La excepción a esta cronología corresponde precisamente al retablo mayor (foto 14) del presbiterio, neoclásico y de fines del XVIII. En él destaca una magnífica pintura que representa a San Benito y a San Bernardo adorando el Santísimo Sacramento que aparece en Gloria rodeado de ángeles incensiadores y angelitos y querubines. Fue realizada por el pintor coruñés y director de la Real Academia de San Fernando con Carlos IV, Gregorio Ferro (1742-1812). El retablo que alberga la pintura  es de una sola calle, y se compone de banco, cuerpo y ático. La calle la componen dos grandes columnas de fuste de mármol y capiteles compuestos dorados que sustentan sencillo entablamento rematado por un rompimiento de gloria entre nubes con la paloma del Espíritu Santo, adorado por dos ángeles de estuco.

En las paredes del presbiterio podemos contemplar dos tapices  elaborados hace escasos años por la Real Fábrica de Tapices. En el muro sur, contemplamos “La conversión del centurión Longinos ante Cristo crucificado” (foto15); y en la pared opuesta el tapiz que representa “El Bautismo por San Pedro del Centurión Cornelio” (foto 16). El hecho de representar la conversión a la fe cristiana de estos dos oficiales romanos, nos recuerda la actual función del templo como sede episcopal castrense.

Dejando el presbiterio, y acercándonos al machón suroccidental del crucero contemplamos el retablo de San Benito (foto 17), compuesto por banco, un cuerpo y ático, en madera dorada. El cuerpo, de una sola calle, se compone de hornacina entre pilastras dóricas con decoración vegetal que alberga escultura del santo referido, del siglo XVIII; el ático se compone de frontón curvo partido, culminado en tarja con representación en gloria de la paloma del Espíritu Santo. Este ático tiene un precioso lienzo de finales del siglo XVII, de Lucas Jordán, representando “La educación de la Virgen María niña, por San Joaquín, y Santa Ana”. En el machón frontero, podemos contemplar un retablo casi idéntico, dedicado a San Bernardo (foto 18), cuyo titular no podemos contemplar al haberse colocado en el mes de mayo una imagen de la Virgen, pero sí permite ver la hermosa pintura, también de Jordán, dedicada a “La Sagrada Familia y San Juanito”

Aún situados bajo la cúpula, nos dirigimos al brazo del evangelio (izquierdo) del crucero, donde hallamos otro retablo denominado de “La Piedad” (foto 19), de madera dorada, y compuesto de banco, un cuerpo y ático. El cuerpo se compone de hornacina de medio punto que alberga magnífico conjunto escultórico de la Virgen María que sostiene a su Hijo muerto en el regazo, atribuido al taller del vallisoletano Luis Salvador Carmona (1708-1767). A ambos lados, sobre ménsulas, esculturas del siglo XVII representando a Santa Teresa de Jesús, y a San Pedro Alcántara; ésta última atribuida a la escuela de Pedro de Mena. El ático contiene una pintura, también de la Piedad, de talleres flamencos del siglo XVII.

En el extremo del brazo frontero del crucero (lado de la epístola), encontramos el retablo de la Virgen del Patrocinio (foto 20), casi idéntico en su estructura arquitectónica al que hemos descrito anteriormente de La Piedad. También de la segunda mitad del siglo XVIII, muestra en su hornacina imagen de vestir de la Virgen en la aludida advocación y del mismo siglo. A ambos lados ménsulas con pequeñas esculturas de Santa Lutgarda (monja cisterciense alemana, patrona de las parturientas), y de la Virgen del Carmen, también del siglo de la Ilustración.

Abandonando la zona del crucero y dirigiéndonos hacia los pies del templo, el primer retablo que contemplamos en el evangelio de la nave principal, es el dedicado a “La Sagrada Familia” (foto 21). También realizado en madera dorada, se compone de banco, un cuerpo y ático. El cuerpo de compone de doble estructura rematada por arco de medio punto, con pilastras exteriores cajeadas corintias, la estructura exterior; y la interior, rematada en arco rebajado de cuarto de esfera agallonado,  que está delimitado por columnas acanaladas compuestas que albergan hornacina con grupo escultórico de San José, Santa María y el Niño Jesús. El ático es una gran tarja compuesta por rompimiento de gloria con querubines que rodean al Triángulo Trinitario. Tanto el retablo como las imágenes proceden de talleres sevillanos de la segunda mitad del siglo XVIII.

Frontero a éste, en el lado de la epístola, contemplamos el retablo de San Pedro Claver (foto 22). Se trata de un precioso retablo de mediados del siglo XVIII de estilo rococó, anónimo como la mayoría de los que vamos contemplando, de madera dorada, y compuesto de banco, un cuerpo con tres calles y ático. El cuerpo se compone de hornacina central con el grupo escultórico de su advocación y dos laterales más estrechas, delimitada exteriormente con finas pilastras cajeadas y dos columnas corintias. El ático de compone de frontón mixtilíneo con caja central que sustenta relieve de la paloma del Espíritu Santo. La hornacina contiene imagen del santo jesuita catalán Pedro Claver (1580-1654), en el acto de administrar el sacramento del Bautismo a un esclavo africano. Este santo, destinado a Cartagena de Indias (en la actual Colombia), uno de los principales puertos negreros del mundo en el siglo XVII, abogó por la defensa y el reconocimiento de los derechos humanos de los esclavos africanos que en dicho puerto se descargaban como mercancía. Dedicado en cuerpo y alma a esta tarea, cuando en 1622 tomó los votos perpetuos, firmó con la siguiente fórmula: «Pedro Claver, esclavo de los negros para siempre».

El siguiente retablo del evangelio hacia los pies, es el dedicado a San Antonio de Padua (foto 23). El retablo es de factura neoclásica, pero correspondiente al siglo XIX, compuesto por un banco sobre el altar, un cuerpo formado por dos columnas corintias que sustentan entablamento coronado por escudo nobiliario flanqueado por dos flameros. La filacteria del blasón informa sobre la donante del retablo: “A devoción de la Sra. D. ª María de Lerena y Marín. Año 1864”. La preciosa imagen de San Antonio, con el niño Jesús en brazos, se alza sobre trono de nubes, rodeado de angelitos y querubines. Elaborado a mediados del siglo XVIII, se atribuye al taller de Salvador Carmona.

En la pared frontera, correspondiente al lado de la epístola, contemplamos el retablo de Santo Toribio de Mogrobejo (foto 24). El retablo es también de estilo neoclásico, muy similar al de San Antonio y posiblemente también de la misma época. El entablamento muestra escudo de Castilla y León. Aparece Santo Toribio (1538-1608), natural de Mayorga, en la provincia de Valladolid, en acto de impartir la doctrina católica a dos niños incas, como arzobispo de Lima que fue en el virreinato de Perú.

El siguiente retablo del lado del evangelio alberga un soberbio Cristo crucificado (foto 25). El retablo, de estilo neoclásico, es de madera dorada, compuesto por banco, un cuerpo delimitado por columnas y pilastras acanaladas corintias, y rematada por un ático compuesto por blasón episcopal castrense, flanqueado por angelitos que portan símbolos de la Pasión de Cristo (corona y clavos). El retablo es contemporáneo, realizado en el año 2000 por Juan Antonio Martínez en la población de tradición retablística de Horche (Cuenca). El Crucificado, magnífico en el tratamiento de su anatomía, data del año 1611, y es atribuido al sevillano Francisco Do Campo.

En la pared opuesta, retablo de la ánimas benditas (foto 26). Realizado posiblemente a mediados del siglo XIX, su cuerpo principal se delimita por dos columnas abalaustradas de estilo corintio, rematado por frontón semicircular rebajado. La pintura, de fines del siglo XVIII, muestra en su parte superior a ángeles adorantes del Santísimo Sacramento, mientras que en el nivel inferior se muestra a las ánimas del Purgatorio que van siendo rescatadas y llevadas a la Gloria por la intercesión de nuestras oraciones. Por eso se encuentra este retablo a los pies del templo; para dedicar un Padrenuestro a las ánimas a la entrada y a la salida de la iglesia y así rescatar un alma para la Vida Eterna.

Los frescos de las bóvedas

Por último, y antes de salir del templo, alzamos la mirada hacia la bóveda de cañón y poder admirar algunos frescos más de los hermanos González Velázquez. Así, en el tramo más próximo a la puerta contemplamos la representación de Santa Isabel, abadesa benedictina (foto 27), alentada por la Virgen María; a continuación, Santa Catalina de Suecia (foto 28), con hábito blanco cisterciense, adorando la Sagrada Eucaristía; sigue Santa Gertrudis la Magna (foto 29), inspirada por Cristo Resucitado. El último fresco se encuentra en la bóveda del presbiterio y representa a Santa Escolástica (foto 30),  abadesa y hermana de San Benito, en Gloria, adorando la Sagrada Eucaristía.

Agradecimientos

Nuestro más sentido agradecimiento a los sacerdotes de la Catedral Castrense que permitieron, sin cortapisas de ningún tipo, la realización del reportaje fotográfico con total libertad.

Fotografías (salvo indicación en otro sentido) por Mario Sánchez Cachero. 


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Julio Real

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