El florecimiento de la natación en Madrid
“Madrid necesita más agua, las piscinas que existen en la actualidad no dan de sí lo suficiente. Hace falta más agua para que todos puedan bañarse con relativa comodidad y no exista ese fantasma de encontrarse los locales abarrotados y, por consiguiente, desagradables. Más piscinas más lugares apropiados, para este maravillosos recreo. Porque Madrid se ha convertido, en pocos años en puerto de mar, y no le falta nada más que el mar (…) Hace unos años cuando los madrileños descubrieron que el agua servía para algo más que para ser bebida en los botijos, fueron creadas las piscinas. Luego el número se fue ampliando, y hoy decenas de miles de personas acuden cada domingo a las playas artificiales del Manzanares”. Efectivamente, con la llegada de la temporada estival miles de “tritones” madrileños se lanzaban, especialmente cada fin de semana, a las piscinas y playas artificiales de la capital. Sin embargo esa demanda como se aprecia en el extracto señalado anteriormente, experimentó en las primeras décadas del siglo XX, un considerable aumento, muy notable en los años 30. Confirma esta popularización de la natación madrileña, el Campeonato Nacional de Natación de 1934, en el cual: “Madrileños con gran clase, conquistaron en Barcelona los títulos de campeones españoles, y lo conquistaron en lucha con los hombres del mar”.
En la capital se constata un incremento del número de certámenes de este deporte. Una de las más animadas y vistosas era La Vuelta al Lago de La Casa de Campo que “constituye una de las espectaculares notas de los programas deportivos veraniegos , en la capital de la República”. El escenario del evento se veía siempre “concurridísimo”.
Algunos datos publicados en prensa acerca del número y características de las piscinas en 1935 arrojan lo siguiente:
1. Canoe Natación Club: En días laborables acuden alrededor de 700 personas y festivos en torno a 2000. El Canoe es el club con más socios (2000), por la razón de contar con piscina de invierno.
2. El Lago: En días laborables unos 500 usuarios, en los no lectivos se presentan alrededor de 700 personas.
3. El Florida N.C. : En días de labor unos 400 asistentes, en días de fiesta afluyen unos 1000 bañistas.
4. Club Atlético: Unas 800 personas diarias, excepto los festivos que acudirán unas 1700.
5. Madrid F.C. : En torno a 125 personas diarias.
6. Playa de Madrid: En días laborables se congregan entre 3000 y 5000 madrileños. En días festivos aproximadamente 20000 personas cotizan en taquilla, para entrar en la Playa. Hay que recordar que existen en este recinto, otros espectáculos y deportes además de la natación.
Se subrayan además 2 aspectos. En primer lugar el elevado precio de las entradas, “no muy asequible para los aficionados modestos”. Un directivo de uno de éstos clubes justifica el importe por “la cantidad de gastos, asumibles sólo, con precios algo elevados”. En segundo lugar la figura de la mujer, señalándose la popularización de este deporte entre ellas: “Acuden bastantes mujeres a las piscinas”, aunque eso sí, “en cantidad muy inferior a los hombres”.
Para que la información fuese completa, habría que añadir una segunda parte a la “estadística”, y que arrojaría una cifra considerable de nadadores, nos referimos a los ríos Manzanares y Jarama donde: “los domingos acude el público en abrumadora cantidad. Los trenes de San Fernando parten a todas horas abarrotados. Y la mayor parte de estos viajeros van también a nadar, sólo que éstos sin pasar por la taquilla y con la merienda en una cesta. Por otro lado, muchas de las personas que van a pasar el día al campo aprovechan torrenteras y piscinas naturales de la sierra para entregarse a la natación. Y entre todos estos excursionistas se produce una cifra tan elevada o más que la obtenida con los nadadores que se quedan en Madrid”.
Desde luego “esta necesidad de meterse en el agua” provocaba una carestía de instalaciones, pero unos años atrás la situación era mucho más espinosa: “No hace muchos años los madrileños sólo tenían a su disposición, el caudal (?) del pobre y desprestigiado Manzanares, y aquel local falto de toda comodidad y elegancia que se llamaba Niágara”. Y la verdad, no debía resultar muy agradable acudir a los populares “Baños del Manzanares”, si atendemos a la siguiente descripción de principios de siglo: “Si son feos por fuera, son lúgubres por dentro. Los baños generales no disponen de otros adornos que unos bancos y unas perchas, que corren por los 4 costados. Písese el suelo pelado, sin esterilla, clavándose la arena en las plantas. Estos estanques valen 25 céntimos. Y si pasáis a los baños reservados, que cuestan cantidad doble, no halláis tampoco mayores ventajas. La ropa de baño, sábana y calzoncillos, se estima en otros 25 céntimos (…) ¿Quiénes pueden ser los parroquianos? La gente más modesta: los obreros, los soldados, alguna familia poco acomodada de las cercanías (…) Y si es cierto que la limpieza del cuerpo es reflejo de la limpieza del alma, deben tenerla muy negra los madrileños”. Un escritor afirmaba que “estos balnearios sirven no para lavarse sino para enlodarse” Además para que nadie se escandalice existía: “la debida y conveniente separación de sexos que aconseja la sana moral. La moral estaba allí representada por unas esteras en putrefacción, pero tupidas, de suerte que contra esa invulnerable vallada se estrellaría cualquier proyecto pecaminoso”
Quisiera concluir con la exposición de la siguiente reflexión expresada por un periodista, y que sintetiza muy bien el sentir general de los madrileños de aquellos años: “Hay que dar mayores facilidades al nadador y sobre todo hay que popularizar más las piscinas, porque el elemento popular, ese elevado número de personas que no puede salir de la capital en verano, que no tiene medios para acudir a las playas, necesita tener en Madrid lo que no puede buscar fuera. Ponerle precio de turista a las piscinas es arrojarle al Manzanares. Y el pobre Manzanares bastante hace con ser nodriza de esas playas artificiales, insuficientes que tiene Madrid”
Bibliografía:
• Mundo Gráfico (03/07/1935)
• Nuevo Mundo (15/09/1897)
• Nuevo Mundo (20/07/1905)
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