Javier Aranguren Castro, cronista pionero de los ferrocarriles españoles

Hasta bien entrada la década de los 80, la bibliografía en España sobre el patrimonio histórico de nuestras vías férreas era bastante escasa, con la sola presencia de la Historia de los FFCC Españoles de Francisco Wais, acompañada de un estudio del Banco de España y varios artículos redactados por el equipo de la revista "Vía Libre". Para averiguar muchas otras cosas, especialmente en lo que respecta al material rodante, había que recurrir a obras publicadas por autores británicos en los años 70, que habían recorrido nuestro país documentando la vida y milagros de caminos de hierro entonces ya amenazados de cierre y hoy convertidos en objeto de estudio de los arqueólogos. Gracias a estos británicos conservamos, por ejemplo, fotografías de las líneas que partían de las desaparecidas estaciones madrileñas del Niño Jesús y de Goya (junto al puente de Segovia).

Javier Aranguren fue la persona que consiguió dar los primeros pasos para que el interés por los trenes dejara de ser un pasatiempo de "gente rara" y empezase a circular bibliografía hecha en España por españoles, y por librerías de difusión más amplia que las ultraespecializadas en materias ingenieriles o económicas. Hasta ahora ha sido el presidente más carismático que ha tenido la Asociación de Amigos del Ferrocarril de Madrid (AAFM), y dirigió durante un tiempo su boletín interno hasta convertirlo en una señora revista con reportajes sobre, entre otras cosas, la llegada de los coches 9000, el Talgo Pendular o la historia del Tren de Arganda. Organizó varios viajes por la periferia de Madrid, uno de ellos el único que consiguió meter un tren de viajeros -un Ferrobús- por la línea de acceso al Aeropuerto de Barajas, no la actual, sino la que por la Alameda de Osuna utilizaban los trenes cisterna de queroseno.

Eran tiempos heroicos en que no había casi ningún tejido de editoriales con interés en temas ferroviarios, y Aranguren tuvo que financiar de su propio bolsillo la edición de trabajos como el macrolibro "Automotores Españoles", verdadera biblia del material motor anterior al año 1991. Otras de sus obras salieron bajo el sello Aldaba, que también hizo mucho por sacar adelante trabajos sobre líneas como la de Cotos o la rarísima de Sierra Menera, que unía el puerto de Sagunto con las minas de Ojos Negros, en la linde de Guadalajara con Teruel.

Asimismo, a Aranguren le debemos una acción memorable, cual fue la de preservar el legado fotográfico de Juan Bautista Cabrera, otro de los pioneros, que comprende miles de imágenes en rollos de blanco y negro de 35 milímetros. Las fotografías de ambos han acompañado multitud de libros y de artículos en revistas a lo largo de todos estos años.

Descanse en paz este gran cronista ferroviario, que como todos los grandes de todas las materias tenía una gran humildad y trato humano, y no dudaba en recibir y dar consejo en su casa de Tres Cantos (por cuyo jardín discurría su propio ferrocarril particular a escala) a los novatos que por entonces se iniciaban en el arte de explorar la geografía ferrocarrilera. Todos los de este mundillo le debemos mucho.

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Autor del artículo

Juan Pedro Esteve García

Comentarios

Juan Pedro Esteve García(hace 11 años)

Buenas tardes, estimado enemigo o enemigos:

Una buena amiga mía tiene la buena costumbre, ante la aparición de mensajes o textos dudosos o provocativos, de pillar fragmentos significativos de su contenido y ponerlos en el Google para que éste programa se ponga a buscarlos por la Red, y sus consejos funcionan. He agitado un poco el árbol cibernético, a ver quién cae.

En la siguiente entrada del siguiente blog:

http://minimosymaximos.blogspot.com.es/2011/08/la-soledad-en-el-ambiente-gay.html

Aparece su teórica dirección de email firmando un mensaje en el que asegura tener 30 años de edad. Estamos en 2013, por lo cual, en los años en que yo pertenecí a la AAFM, de 1993 a 1998, usted debería de tener de 10 a 15 años de edad. Ahí ya falla algo, porque es una edad demasiado precoz para estar informado de los pormenores del funcionamiento de una entidad de este tipo, y más aun para guardar rencores que duren quince años.

Es más, en el período en que sucedieron los acontecimientos que precipitaron mi salida voluntaria de la AAFM, finales de 1997 y principios de 1998, no recuerdo a ningún Alfredo Pereira Moya entre los miembros de la Junta Directiva de esa asociación, ni entre los afiliados que acudían regularmente al local, pues este tipo de colectivos tienen cientos de afiliados, pero los que los hacen funcionar suele ser un núcleo duro de 30 personas que son los que se mueven. Aquí ya falla otra cosa.

Tercer fallo: Yo no he puesto a parir a Javier Aranguren en ningún momento. Al contrario, yo fui uno de los muchos que pasaron por su casa del Soto de Viñuelas y tuvieron ocasión de compartir infinidad de anécdotas y chascarrillos en su compañía. Sí he sido muy crítico con ciertas castas endogámicas que se perpetuaban en la AAFM desde la era en que tenían el local en la calle Zurbano, y he sido implacable contra el modelo de asociacionismo ferroviario que había en los años 90, basado en ver pasar trenes dando vueltas por una maqueta y presumir de quién se había gastado más millonadas en modelos de Fleischmann, mientras el ferrocarril convencional de nuestro propio país se iba al garete. Por eso he criticado a la AAFM y a otras similares, porque en esos años de puertas adentro ponían a parir a la Renfe, al Ministerio, al GIF y a todo quisqui, pero de puertas afuera se callaban para conservar prebendas en forma de locales, viajes y visitas a estaciones y depósitos. Ahora las cosas han cambiado, y dentro de la AAFM hay núcleos que son coherentes y preservan trenes de verdad, no a escala, pero me sigo reafirmando en mis críticas a lo que se hizo en el pasado, y a la gente que cometió esas incoherencias en el pasado.

Cuarto fallo, que en combinación con los tres anteriores que he detectado me hace suponer que usted (suponiendo que sea una sola persona) no se llama Alfredo ni se apellida Pereira, sino que ha usurpado una identidad electrónica que aparece por varios foros y anuncios de Internet. Es más, usted mismo no puede pertenecer más que a un núcleo muy reducido, de seis o siete personas, que en 1997-1998 formaban parte de la AAFM. El rumor de que yo me dedicaba a arrancar páginas de revistas sobre el Madrid-Burgos lo creó ese reducido grupo de personas, y su validez se cae por los suelos en el momento de que entre 1995 y 1997, año arriba, año abajo, el bibliotecario de la AAFM era yo, y tenía pleno acceso a la máquina de las fotocopias (aparte de a una cámara mía, una Zenit de fabricación soviética, con objetivo apto para duplicar fotos).

Por cierto, ese rumor se creó para desacreditarme a mí y a otro trenófilo de esos años cuando denunciamos públicamente en una revista lo que sí era un caso flagrante de acaparamiento y rapiña de material histórico ferroviario (y van cinco fallos), como era la colección de imágenes del fondo fotográfico de Henri Margot. Mientras se gastaban enormes presupuestos en las maquetas, o en material bibliográfico derivado de las maquetas (catálogos de modelismo), a los habituales de la biblioteca nos daban presupuestos con cuentagotas, e incluso el hecho de que empezáramos a exhibir las diapositivas, y películas de Super 8 que este ingeniero suizo había donado a la AAFM, pareció inquietar a las castas endogámicas arriba citadas, que temían que sus propias colecciones de fotos perdieran valor a la hora de exhibirlas ellos ante sus amigotes. La publicación de un artículo en Maquetrén donde se desvelaba al gran público la existencia de ese legado fotográfico me supuso a mí, y a otros amigos, recibir llamadas telefónicas anónimas a las 3 de la madrugada, en el mejor estilo Jarrai o de las SA de los años 30.

Tras los quince años que han pasado desde entonces sigo convencido de que hice muy bien en abandonar aquella asociación. Desde hace unos 2 años se hacen las cosas bien en amplios sectores de la AAFM, pero entonces había gente que no podíamos esperar más de una década viendo dar vueltas a trenecitos por un óvalo, y empezamos a funcionar por nuestra cuenta, o en las revistas y publicaciones de otras asociaciones de otras provincias. Hay que ser críticos en la vida. He pasado por muchos colectivos, unos políticos, otros culturales, otros universitarios, y en ellos he encontrado gente estupenda o amargados integrales. En unos me he quedado, y de otros me he salido, pero nunca, nunca, nunca, renunciaré a mi libertad. En 1998 daba la impresión de que había una casta de elegidos que podía escribir sobre ferrocarriles en Madrid por derecho divino, y el resto éramos vistos como unos advenedizos incómodos. Si por ellos hubiese sido, la afición al tren en Madrid nunca habría salido del Bazar Matey, de la AAFM y de otros tres o cuatro cenáculos minoritarios. Cuando Aranguren fue presidente, sí trabajó para salir de esa endogamia y abrir el ferrocarril a más público. Por eso escribo recordándole. Otros no dieron la talla.

Se despide de usted (o ustedes) su enemigo de ayer y del presente.



Juan Pedro Esteve García

Alfredo(hace 11 años)

Juan Pedro Esteve, debería darte vergüenza hablar de esta persona, socio de la Asociación de Amigos del Ferrocarril de Madrid, cuando tú, en otros foros, has puesto a parir a todos los socios de esa asociación. Pero claro, cuando se trata de escribir tus libros y artículos, todo vale para rapiñar fotos y documentos (y si no, que le pregunten al bibliotecario de la AAFM por la amputación de hojas de libros y revistas sobre el Madrid-Burgos ¿te suena?)
El buen amigo Javier se estará revolviendo en su tumba leyendo el artículo, después de haberle puesto a parir.
Si tienes un poco de decencia eliminarías el artículo y te abstendrías de nombrar a nadie de la AAFM.

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