Lugares y aldeas en torno a la villa de Barajas

Introducción

Alrededor de la villa de Barajas se formaron, desde épocas remotas, diversas poblaciones menores que el paso de los años redujo a lugares despoblados y, paulatinamente, abandonados. Habitados por el hombre desde la antigüedad, como atestiguan los restos romanos y de la Edad de Bronce hallados en el terreno del antiguo término municipal de Barajas, las referencias más antiguas a estas poblaciones se hallan en el Fuero de Madrid, otorgado en 1202 al concejo madrileño por el rey Alfonso VIII, entre cuyas leyes puede leerse el siguiente texto: alia entrada in el aldea de Belenego et de Iohannes Munoz; et alia entrada inter arroio de Regas et de Ihoannes Munoz et Atarafal (Otro abrevadero está en la aldea de Belengo y de Juan Muñoz; y otro entre el arroyo de Rejas, el caserío de Juan Muñoz y el Atarafal). Por entonces, estando la tierra de Madrid organizada en sexmos, tanto Barajas como sus pueblos limítrofes estaban integrados dentro del correspondiente a otro antiguo municipio, también extinto e integrado en la actual malla urbana madrileña: Vallecas.

 

 

Rejas: aldea, convento y despoblado.

Esta vieja aldea recibió su nombre del arroyo que bañaba su caserío, cuyo cauce discurre entre Canillejas y el río Jarama, formando la frontera entre los municipios de Barajas y Torrejón de Ardoz. Cerca del lugar, en terrenos ahora ocupados por el aeropuerto, fundaron Pedro Zapata, del linaje de los condes de Barajas, y su mujer, Catalina Manuel de Lando, el convento de la Salutación, o de Santa Clara de Rejas, en torno al año 1469.

Gracias al convento, Rejas llegó a tener cierta importancia. Sin embargo, la insalubridad de la zona en aquella época, así como la estrechez del recinto, llevaron a las monjas a solicitar un traslado, el cual se efectuó en 1551, instalándose la congregación en un nuevo cenobio abierto en la madrileña calle Mayor, entonces conocida como de la Almudena. Aquella nueva clausura sería conocida como Convento de Constantinopla, debido al cuadro de la Virgen así denominado que llegó a la comunidad durante su estancia en Rejas. El abandono de las religiosas constituyó un motivo de decadencia para la aldea, sufriendo un progresivo éxodo de habitantes, pasando de contar con 84 vecinos a finales del siglo XVI, a 56 habitantes en 1631 y a tan solo 15 en 1752, época en que una parte de la población pertenecía al conde de Barajas. A principios del siglo XIX, Rejas era una aldea basada en la agricultura, siendo el grano su principal producción, lo que llevó a la pequeña población a vivir una breve recuperación en su población, llegando a 30 habitantes en 1827. Por esos años contó con ayuntamiento propio, perdiéndolo en torno a 1835 para ser agregado a Barajas. A partir de ahí comenzaría su definitiva decadencia, hasta desaparecer como caserío y convertirse en un despoblado.

La Muñoza: toros, fiestas y aviones.

Muy cerca de Rejas se encontraba un caserío, conocido en épocas medievales como de Juan Muñoz[1], quizá el nombre de algún repoblador del lugar en las remotas épocas del Medievo. Con el paso del tiempo, el nombre del lugar acabaría derivando en La Muñoza, con el que sería conocido desde entonces. Se hallaba junto al arroyo de Rejas, muy cerca del punto en que este desemboca en el río Jarama.

Su historia está muy relacionada con la de la aldea de Rejas, perteneciendo la finca a Catalina Manuel de Lando, quien cedió el terreno de la Muñoza al mencionado Convento de Monjas Clarisas de la Salutación, cuyo cenobio se construyó en la cercana villa de Rejas. En su terreno se incluían tierras de labor y un molino harinero de cuatro piedras, con cocina para los arrieros, varias cuadras y un pequeño edificio conocido como Casa del Vaquero.

La desamortización llevada a cabo por Juan Álvarez Mendizábal en 1836 despojó a las religiosas de sus terrenos, saliendo el molino en subasta pública en enero de 1837. Poco después se ponían en subasta las huertas y pastos de la finca.

A mediados del siglo XIX, los terrenos de La Muñoza, y el molino en ellos incluido, pertenecían a la Duquesa de Castro Enríquez, siendo el lugar en que pastaban las reses destinadas a lidiarse en las plazas de toros de Madrid. Años después, La Muñoza pasó a manos del ganadero José Salvador García de la Lama, entre cuyas posesiones se encontraba en agosto de 1936, cuando la finca fue incautada por el Instituto de Reforma Agraria, junto a otros terrenos propiedad del mismo dueño. Finalizada la contienda, pasó a manos de su hija, María de la Paz García de Lama Álvarez de Villamañán, siendo un lugar habitual de fiestas de la alta sociedad de la época, entre cuyos invitados no faltaban destacados miembros de la aristocracia y de las distintas casas reales europeas.

A finales de 1971, La Muñoza fue adquirida por Iberia para la ampliación de su zona industrial, levantándose allí diversos hangares y talleres, función que desempeña en la actualidad.

Corralejos: De terrenos de la iglesia a hacienda de labor.

El caserío de Corralejos fue una pequeña aldea que, durante muchos años, perteneció al monasterio de Santo Domingo el Real, cuya comunidad tuvo en la zona distintas posesiones, adquiridas entre 1236 y 1258, llegando a extenderse sus dominios hasta La Alameda, lugar del que hablaremos posteriormente.

Las posesiones religiosas en Corralejos gozaron de la protección real, recibiendo los alcaldes y alguaciles de Madrid y de Barajas una orden directa de Pedro I el Cruel prohibiendo que se entrase a pastar el ganado o a cortar leña en la aldea y heredades de Corralejos, por ser propiedad de Santo Domingo el Real.

La Desamortización de Mendizábal despojó al convento de estos terrenos, saliendo a pública subasta en enero de 1837.

Corralejos ya era, en aquellos tiempos, una hacienda que incluía en su terreno tierras de labor, un viñedo, un olivar, huertas, jardines y una casa de labor con corrales[2], pajares, bodega y un molino de aceite.

Posteriormente pasó a manos de Ildefonso Carrillo, quien incurrió en numerosas deudas que provocaron la venta de la hacienda, tras su fallecimiento, en 1870, por parte de sus testamentarios.

Mas tarde, los terrenos de Corralejos pasaron a ser propiedad del marqués de Berna, a cuyos herederos le fue incautada en agosto de 1936 por orden del Instituto de Reforma Agraria. En esta época, la finca alcanzaba las 93 hectáreas.

Actualmente, la vieja aldea de Corralejos es un pequeño caserío, renovado con viviendas unifamiliares, mientras que la finca se encuentra urbanizada en su totalidad.

La Alameda

También de origen medieval, La Alameda comienza a aparecer en los documentos a principios del siglo XV, época en que contaba con alrededor de un centenar de vecinos. Por esa época, el epicentro del la villa era el castillo de los Zapata, primero señores y después condes de Barajas, cuyas ruinas han llegado hasta nuestros días, siendo restauradas recientemente. En 1579 se construye la iglesia de Santa Catalina de Alejandría, aneja a la parroquia de San Pedro de Barajas, la cual, pese al incendio de 1792 y los diversos saqueos sufridos a lo largo de su historia, todavía se mantiene en pie.

La decadencia de otros lugares de su entorno también afectó a La Alameda, reduciéndose significativamente el número de vecinos de la aldea, de forma que, a finales del siglo XVIII, sus únicos habitantes eran los criados del conde de Barajas.

La progresiva construcción de palacetes y fincas de recreo por familias pudientes de Madrid, a finales del siglo XVIII, significó un renacimiento de La Alameda. Entre aquellas posesiones destacaba la perteneciente a los duques de Osuna, quienes compraron varios terrenos y construcciones propiedad del duque de Priego, en los que construyeron un jardín que se bautizó con el nombre de El Capricho. Para su interior, los duques encargaron una serie de cuadros a uno de sus pintores favoritos: Francisco de Goya. Desde entonces, toda la zona cambiaría su nombre por el de Alameda de Osuna, por el que todavía es conocido el barrio actual que allí se extiende.

La Guerra de la Independencia afectaría directamente a la zona, quedando El Capricho incautado por el ejército invasor, recuperando la finca en 1813. Entre tanto, el palacete sirvió de residencia al Gobernador Militar de Madrid, el general August Belliard, contando con la visita de José I en diversas ocasiones.

La duquesa de Osuna fallece en 1834, tras haber recuperado la posesión de El Capricho al terminar la guerra, pasando la propiedad a su nieto Pedro Alcántara, quien fallece diez años después. El Capricho pasa entonces a su hermano, quien descuida la finca, y el resto de su herencia, hasta el punto de verse obligado a subastar la posesión para poder pagar las deudas que había contraído. El comprador es el conocido banquero Ignacio Bauer.

Entre tanto, en 1880, el ayuntamiento de Alameda de Osuna es suprimido e integrado en el término municipal de Barajas.

Durante la Guerra Civil, se instala en su recinto el Estado Mayor del Ejército del Centro, a las órdenes del general Miaja, construyéndose un búnker, accesible por una entrada construida muy cerca del palacio.

Tras años de abandono en que se temió por su desaparición, es adquirido por el Ayuntamiento de Madrid, quien lo restauró, prohibiendo terminantemente urbanizar en su recinto. El palacete, casi en estado de ruina, fue restaurado con la intención de crear en su interior un museo, pero esa idea, como muchas otras, nunca se llevó a cabo, permaneciendo el viejo edificio completamente cerrado en la actualidad.

Aldea de Beleneo

Cerramos este breve estudio sobre las aldeas y lugares cercanos a Barajas con la antigua aldea de Belenego, o bel enego, nombre con el que es citada en el mencionado Fuero de Madrid. Sin embargo, poco más se sabe de esta vieja población, que posiblemente ya estuviera despoblada en épocas medievales, creyéndose que su ubicación estaría al norte de la villa de Barajas, cercana al arroyo de Valdebebas, en terrenos ocupados actualmente por las instalaciones del aeropuerto.

Bibliografía

  • Cavanilles, Antonio, Memoria sobre el Fuero de Madrid del año de 1202. 1852.
  • Fernández Montes, Matilde. La Tierra de Madrid en la época del Fuero (Siglos XII-XIII). Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Madrid, 2004.
  • Madoz, Pascual, Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar, tomo VII, pg. 133.
  • Martín Martín, Teodoro (aut), Campos, Francisco Javier (coord.). Nuevos datos sobre el Monasterio de Monjas Clarisas Constantinoplas de Madrid, en La clausura femenina en España: actas del simposium: 1/4 -IX-2004. Instituto Escurialense de Investigaciones Históricas y Artísticas. San Lorenzo de El Escorial, 2004.
  • Regás, Antonio. Estadística de la Provincia de Madrid. Imprenta de Miguel de Burgos. Madrid, 1835.
  • Siguero Llorente, Pedro Luis. Significado de los nombres de los pueblos y despoblados de Madrid”. Editorial Bercimuel. Colmenar Viejo (Madrid), 2009.
  • Boletín Oficial de la Provincia de Cáceres”, núm. 6, 13 de enero de 1837, pág. 4.
  • La Crónica Meridional”, núm. 16494. Jueves 4 de julio de 1912, pág. 1.
  • Diario de Madrid”, núm. 1176, viernes 15 de junio de 1838. Pág. 1.
  • Diario de Madrid”, núm. 2321, martes 3 de agosto de 1841. Pág. 2.
  • Diario Oficial de Avisos de Madrid”, núm. 192, 10 de julio de 1870, pág. 2.
  • Respetable Público...”, núm. 124, 9 de mayo de 1911, pág. 17.

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Autor del artículo

Mario Sánchez Cachero

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