La Guerra de Sucesión en la Villa de Madrid
El 1 de noviembre de 1700, día de Todos los Santos, Carlos II, rey de España, fallece en el Real Alcázar de Madrid dejando la corona al duque Felipe de Anjou, nieto del todopoderoso Luis XIV de Francia. Sin embargo, Leopoldo I, soberano del Sacro Imperio Romano Germánico no reconoció el testamento del monarca fallecido, imponiendo como nuevo rey de España a su hijo, el archiduque Carlos de Habsburgo, quien, por lazos de sangre con el fallecido monarca español, se vio legitimado a reclamar el trono que había quedado vacante.
Al año siguiente, el 1 de febrero de 1701, Luis XIV ratificaba los derechos de Felipe V al trono de Francia, pese a la claúsula del testamento de Carlos II que prohibía expresamente la unión de ambos estados bajo una misma corona. Se había encendido la mecha que desencadenaría la Guerra de Sucesión, un conflicto que enfrentaría a los diferentes estados europeos de la época y que, en realidad, fue una auténtica guerra civil dentro de la propia España, en la que los partidarios del nuevo monarca, Felipe V, ansiosos por los aires de renovación que supondría su llegada, se enfrentarían a los seguidores del pretendiente austriaco, que buscaban la continuidad del gobierno de los Habsburgo.
El nuevo rey en Madrid
Madrid, desde un primer momento, se inclinó a favor de Felipe V. El 24 de noviembre de 1700, el Regidor de la Villa y Alférez Mayor, el marqués de Francavila, proclamó al Duque de Anjou como nuevo Rey de España, ante un retrato del soberano. El acto se celebró en las plazas de Palacio, de las Descalzas, Mayor y de la Villa.
Sin embargo, Felipe V estaba ausente. Todavía no había pisado tierra española, retrasando su entrada en Madrid hasta el 17 de febrero de 1701. Ese día, debido al interés del pueblo en conocera su nuevo soberano, una multitud se agolpó en la Puerta de Alcalá, con un resultado de decenas de muertos y heridos por aplastamiento y asfixia. El rey, tras rezar en Nuestra Señora de Atocha, se dirigió al palacio del Buen Retiro, viéndose obligado a salir varias veces a uno de los balcones debido a las continuas aclamaciones de los madrileños allí congregados.
El plato fuerte tuvo lugar el 14 de abril de 1701, fecha en la que Felipe V realizó su entrada pública en Madrid. Fue un mal día, frío y lluvioso, pero la climatología adversa de aquella jornada no amedrentó al pueblo madrileño, quien se agolpó en las calles, deseoso de aclamar y vitorear al monarca. La ciudad se engalanó con adornos, guirnaldas y arcos de triunfo, así como tablados con jardines y fuentes. El Corregidor de Madrid, Francisco Ronquillo, entregó a rey las llaves de la Villa y le acompañó hasta la iglesia de Santa María, regresando posteriormente al Alcázar.
La guerra cerca Madrid
En los primeros años de la contienda, Madrid es obligada, mediante Real Decreto, a entregar una especie de “impuesto” para gastos militares, consistente en lo siguiente: un real por fanega de tierra labrada y por cabeza de ganado menor, 8 maravedíes por cabeza de ganado menor; dos reales por fanega de huerta, viña y olivar y un 5% sobre arriendos y alquileres de casas, dehesas, molinos y pastos.
En 1703, Madrid cambia de manos. El Corregidor de la Villa, Francisco Ronquillo, dimite alegando motivos de salud. Felipe V decide nombrar para el cargo a Fernando Matanza Corcuera, uno de sus más firmes partidarios.
La guerra, poco a poco, se acerca a Madrid: el 29 de junio de 1706, una columna de caballería, compuesta por 2000 jinetes holandeses, portugueses e ingleses toma posesión de la villa en nombre del pretendiente austriaco. Previamente, Felipe V ordenó evacuar la capital para evitar exponer la ciudad a los horrores de la guerra y aconsejó evitar toda resistencia a la entrada de los austriacos. Así, el Concejo madrileño, a instancias del Marqués das Minas, promete obediencia al archiduque, quien fue proclamado rey el 6 de julio, desde un balcón de la Casa de la Panadería. Si años antes, la entrada de Felipe V se caracterizó por una aclamación general del pueblo, en esta ocasión el ambiente fue de total indiferencia, tan solo rota por un grupo de personas que aclamaron al archiduque, gentes de mal vivir a los que arrojaron monedas para que lo hiciesen.
La reacción del pueblo no se hizo esperar y, a la caída de la noche, empezaban a producirse peleas y altercados en las tabernas madrileñas que, en realidad, no eran más que emboscadas contra los soldados del archiduque, holandeses, ingleses y portugueses en su mayor parte. Uno de los objetivos de estos altercados fue el Conde de las Amayuelas, gobernador de la villa en representación del archiduque. Incluso las prostitutas de la villa combatieron a su modo contra los austriacos: cerca de 6000 soldados enfermaron repentinamente, falleciendo muchos de ellos al poco tiempo, contagiados por todo tipo de enfermedades venéreas. Una vez finalizada la guerra, algunas de ellas solicitaron una recompensa por los “servicios prestados”, pero esta nunca fue concedida.
Aunque algunos miembros de la nobleza acataron el poder del archiduque y le reconocieron como rey, el pueblo llano se mostró abiertamente hostil al proclamado como Carlos III, cuyos posteriores decretos, así como sus acciones, entre ellas el robo de las banderas del Santuario de Atocha, terminaron por ganarse el odio de los madrileños. Mientras el archiduque ocupó Madrid, los correos generales estuvieron inmovilizados, lo que aisló la capital del resto de España.
El 4 de agosto se produce el regreso de Felipe V, poco después de la salida del archiduque de la capital. En la Plaza Mayor se celebró un curioso acto: la destrucción del Pendón Real, el retrato del archiduque y el papel sellado con el membrete del pretendiente, lo que, a todos los efectos, vino a significar que Carlos de Habsburgo había dejado de ser rey de España.
De nuevo en manos del archiduque
La derrota de Felipe V en la batalla de Zaragoza, en agosto de 1710, hace que el monarca deba salir de Madrid, lo que aprovecha el archiduque para aproximarse a Madrid, estableciendo progresivamente sus cuarteles en Villaverde, Ciempozuelos, El Pardo y Canillejas. Aquí, en este antiguo pueblo, el archiduque ordenó confiscar la Quinta del Aguilar1, propiedad del Conde de Aguilar, uno de los principales jefes militares de Felipe V. El Pretendiente fijó en ella su residencia, recibiendo pleitesía, quizá fingida, de algún miembro de la nobleza, como el Conde de Paredes. Tres días después, el 28 de septiembre de 1710, el archiduque atravesaba de nuevo los muros de la Villa y Corte. Lo hizo a través del Retiro, esperando ver a los madrileños esperándole y la ciudad engalanada, tal y como ordenó el día anterior. Sin embargo, en esta ocasión sufre la indiferencia del pueblo madrileño fue mucho más osada que la mostrada en 1706: Carlos de Habsburgo encontró las calles desiertas y las puertas y ventanas cerradas a cal y canto. Esta actitud de los habitantes de Madrid hizo mella en el ánimo del pretendiente austriaco, quien resolvió abandonar Madrid inmediatamente, quedándose en la villa algunos “leales” que le rindieron pleitesía días antes, como el Conde de Clavijo o Andrés Dávila. De nuevo en la Quinta del Aguilar, el archiduque redacta bandos en los que ordena la salida inmediata de Madrid de los nobles que apoyaron a Felipe V y castiga con la pena de muerte a aquellos que hablen mal de su gobierno o aclamen a Felipe V. Poco se sabe sobre si estos bandos llegaron a tener alguna vez validez o fueron acatados.
Circularon por esta época algunas coplillas satíricas, ridiculizando al archiduque y a sus generales, Una de ellas, titulada “El qué es de la Corte”, fue compuesta por un autor que se definió a sí mismo como “Vn Gabacho Nuevo, que se precia de serlo, por estar graduado de Doctor en las leyes del Amor, respecto y lealtad, que se debe a su Amado Rey, y Señor Natural Don Phelipe Quinto” y relataba la ocupación de Madrid así como las sucesivas derrotas militares que el general Stanhope sufriera en Villaviciosa y Brihuega, batallas que decantaron definitivamente la guerra a favor de Felipe V.
El archiduque se retira posteriormente a El Pardo, pasando alguna jornada de caza en torno a la Torre de la Parada, la cual fue saqueada e incendiada por los soldados austriacos, quedando prácticamente destruida. Hay que indicar que el propio archiduque, en una carta dirigida a su esposa, la archiduquesa Isabel Cristina de Brunswick, lamentó la destrucción del edificio, culpando del suceso a sus generales y oficiales.
El 3 de diciembre de 1710, Felipe V entraba de nuevo en Madrid, esta vez para quedarse definitivamente.
Poco después, tuvieron lugar dos acontecimientos que decidieron la suerte de la guerra. Por un lado, el 8 de diciembre, las tropas del archiduque, capitaneadas por Stanhope son abordadas por la del Duque de Vendôme en la batalla de Brihuega, librada el 8 de diciembre de 1710, con una clara y contudente victoria de las tropas franco-españolas. Posteriormente, el 17 de abril de 1711, fallecía en Viena José I, soberano del Sacro Imperio Romano Germánico y el archiduque Carlos era proclamado como nuevo monarca del vasto imperio centroeuropeo. Ante la posibilidad de ver unidas de nuevo las coronas de Alemania y de España, como ya ocurriera durante el reinado de Carlos V, Inglaterra y Holanda reconocieron a Felipe V, a condición de que este renunciara a la sucesión en Francia, dejando sólo al nuevo emperador, que se vio obligado a renunciar a sus pretensiones en la Península.
En 1714 se firmaba la Paz de Utrecht, mediante la cual se reconocía como legítimo rey de España a Felipe V2. La Guerra de Sucesión había terminado tras catorce años de lucha. Pese a eso, Carlos VI de Austria nunca dejó de considerarse como el legítimo rey de España, pese a que, una vez con la corona imperial ciñendo su cabeza, el conflicto español quedó relegado a un segundo plano.
Felipe V, una vez confirmada su victoria y asegurada su corona, ordenó la destrucción de toda la documentación relativa al archiduque, incluidos los títulos de nobleza otorgados por el austriaco. Idéntica actuación llevaron a cabo los seguidores de la causa austriacista, temerosos de las posibles represalias que el nuevo monarca tomara hacia ellos. Posiblemente, los informes acerca del comportamiento de las tropas del pretendiente tengan su parte de leyenda negra.
El destino de Carlos VI de Austria parecía estar mezclado entre guerras sucesorias. Tras su fallecimiento, acaecido en Viena en 1740, estallaría la Guerra de Sucesión Austriaca.
Fuentes consultadas
- CAL MARTÍNEZ, Rosa. “La ‘Gazeta de Madrid’ y la Guerra de Sucesión”. Cuadernos Dieciochistas, Nº. 3. Ediciones de la Universidad de Salamanca, 2002. Págs. 35-56.
- DOMINGUEZ SALGADO, Mª. del Pilar. “Inquisición y Guerra de Sucesión”. Espacio, Tiempo y Forma, Serie IV, Historia Moderna. Tomo 8. UNED, Facultad de Geografía e Historia, 1995. Págs. 175-189.
- HUARTE, Amalio. “Papeles festivos del reinado de Felipe V”. Revista de Atrchivos, Bibliotecas y Museos. Tomo LI, enero a marzo de 1931.
- SANZ, Virginia. “El reinado del archiduque Carlos en España: la continuidad de un programa dinástico de gobierno”. “Manuscrits, revista d’historia moderna”, núm. 18. 2000. Págs. 41-62.
- LEÓN SANZ, Virginia. “La dimensión civil de la Guerra de Sucesión española en la historiografía actual”. Cuadernos de Historia Moderna, nº 10. Edit. Universidad Complutense. Madrid, 1989. Págs. 183-194.
- SAN FELIPE, Marqués de, “Comentarios de la Guerra de España, e Historia de su Rey Phelipe V. el Animoso desde principio de su reynado hasta la Paz General del año de 1725”. Tomo I. Imprenta de Matheo Garviza. Génova, 1725
- “Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos”, Núm. 22, 30 de noviembre de 1872.
- “Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos”, Núms. 23 y 24, 31 de diciembre de 1872.
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Comentarios
Madrid siempre se puso de lado del bando que, a juicio de los madrileños, mas ventajas y beneficios traería posteriormente. Por eso se alineó con las partes que, posteriormente, perderían los distintos conflictos. En el caso de Felipe V, por ese mismo motivo, los madrileños se alinearon con su causa.
Gracias por su comentario.
Los madrileños casi siempre nos hemos equivocado en la elección de bando ganador. Elegimos a Juana la Beltraneja frente a Isabel la Católica, a los Comuneros frente a Carlos I y a la República frente a los Nacionales.
Sólo en el caso de Felipe V acertamos, pero no nos sirvió de mucho.
Saludos.
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