¿Tuvo Madrid señor?
Hermosas damas, nobles señores, cortesanos, caballeros, doctos licenciados, bachilleres, artesanos, mercaderes, gentes en fin de toda edad y condición: recibid de Vargas el saludo y permitid que sin más exordio plantee la cuestión que ante vuesas mercedes me ha traído. Esta vez el hilo de mi discurso viene impuesto y es que mis amigos de La Gatera me hacen llegar la siguiente misiva para que le dé cumplida respuesta:
“Soy lector de la Gatera de la Villa revista que encuentro muy variada y muy amena. Tras leer el editorial del Gato Vargas me ha surgido la siguiente duda que espero podáis resolverme y es que me gustaría saber si Madrid ha pertenecido alguna vez a algún conde o similar. A lo mejor os envío alguna cosa mía para que lo publiquéis si os gusta.”
Quiere mi raciocinio dar por cabal el entendimiento de que este curioso lector – acérrimo enemigo de la coma y feroz antagonista del trivio - inquiere si ha estado Madrid en alguna ocasión sujeto a señorío temporal, pues en cuanto a lo que a la Madre Iglesia concierne lo fue al arzobispado de Toledo hasta 1885, año en que constituyó diócesis propia.
Dando como buena la premisa anterior, para responderla habremos de remontarnos muchos años atrás, concretamente a 1375, cuando las hordas egipcíacas enviadas por el soldán de Babilonia conquistaban la cristiana Armenia la Chica, apresando al que hasta entonces había sido su rey: León V, de la casa de Lusiñán. Trasladado a El Cairo, León pasaba captivo los días, enviando misivas a los reyes de la cristiandad por ver si alguno, apiadado de su condición, pagaba rescate, sin que pareciera que su abuela el hada Melusina le socorriera en tal menester, pues nadie por él daba una higa.
La fortuna caprichosa le fue esquiva durante seis años, pero al séptimo de su encierro, dos emisarios suyos entregaron su petición de ayuda al rey de Castilla Juan I, que a la sazón se encontraba en Medina del Campo. El monarca castellano, tocado en su corazón por el triste infortunio del que había sido cristiano señor de los armenios, se ofreció a pagar rescate por su libertad, obrando en ello tanto como buen cristiano como buen compañero de gremio en el difícil ejercicio de reinar. ¿No estaría pensando en este noble gesto de Juan I aquel vate inglés de apellido impronunciable cuando confió a su pluma que «La compasión está por encima del poder real y tiene su trono en el corazón de los reyes»?
El rescate de León consistió en joyas, gerifaltes y halcones, aves de las que carecía el soldán en sus reinos y que recibió con sumo agrado. Bien pudo holgarse el armenio de que fuera de aves de presa de las que andaba falto el soldán y no de aves de corral, pues no hubiera resultado honroso trocar un León por gallinas. Recobrada la libertad, «uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos» - y bien lo sabía mi amigo Don Miguel cuando aquello escribía -, el monarca armenio puso su empeño en recorrer varios reinos cristianos, por ver si lograba conseguir dellos el apoyo necesario para su empresa de recuperar sus antiguas posesiones, mas su única cosecha fueron agasajos y vanas promesas, que si efímeros fueron los primeros, las segundas llevóselas el viento.
Pasó finalmente a Castilla, do reinaba el monarca a quien su liberación debía. Los campos se engalanaban como tupido tapiz para recibir a la dulce Perséfone y Juan I se encontraba en Badajoz, tierra de barros y conquistadores, a donde había acudido para celebrar casamiento con la infanta lusitana Beatriz, hija del rey Fernando, aquel a quien el hermoso llamaban. Heraldos recibe el rey castellano de que muy próximo en su camino se encuentra León de Armenia, y no queriendo aguardar Juan I su llegada salió a recibirle con tambores y chirimías a una legua de la ciudad del Guadiana. Cuando las dos comitivas se encontraron, descabalgó el armenio en signo de postración ante quien de su libertad era deudor y tanta honra le hacía, mas el castellano hízole alzar y le abrazó y saludó con el ósculo de la paz, tras lo cual ambos se volvieron a Badajoz, para continuar con las bodas. Tras el casamiento de su benefactor emprendió León peregrinación para visitar la tumba de Santiago, promesa que había hecho cuando aún penaba preso bajo el yugo de la morisma.
Cumplido el voto León se encaminó a Segovia, donde se celebraban Cortes. Huésped del rey, que le obsequió además con ricas dádivas y presentes, tomó alojamiento en el monasterio de San Francisco. Mas el único bien que ansiaba León era el de recobrar su reino y para ello buscó en aquesta ocasión el apoyo de Juan I. Con la insistencia de un Catón porfió en los oídos del castellano, que quizás por dolerle el no, decidió otorgar a quien había perdido su reino por defender la fe católica el señorío de las villas de Madrid, Villareal y Andújar, con todos sus pechos y derechos, amén de ciento cincuenta mil maravedíes pagaderos cada año.
A fe mía que no fueron albricias lo que recogió el portador de tales nuevas en Madrid, pues pardiez que no era cuestión banal la distinción entre villa de realengo y villa de señorío, categoría esta última de la que hasta entonces bien se había preciado la Villa desde sus orígenes. Hubo toros y cañas, armose gran revuelo y por las calles el pueblo cantaba coplillas como aquella que decía:
“Dicen que de la Armenia nos viene un señor
guárdenos Dios de tan real favor”
O aquella otra:
“Si la villa fuera silva
la guardaría el León.
Mas es tierra castellana
No queremos tal señor”
El concejo madrileño protestó ante el rey con el que finalmente se llegó a un compromiso. Madrid acataba la decisión real y su concejo, reunido el 2 de octubre en la iglesia de San Salvador, determinaba a Diego Fernández de Madrid, Alvar Fernández de Lago, Alfonso García y Diego Fernández de Castro y Aparicio Sánchez para que en su nombre rindiesen homenaje a León V como señor de Madrid. Por su parte, el rey dictó en las Cortes de Segovia el 12 de octubre un privilegio por el que Madrid recuperaría su condición de villa de realengo a la muerte del que fue de los armenios su rey. Una semana más tarde el nuevo señor de Madrid confirmaba a la villa su fuero y privilegios.
Cerca de dos años residió León V en la Villa, en su alcázar, del que mandó acometer obras en sus torres, dañadas por un incendio acontecido bajo el reinado de Enrique II, el de las mercedes.
Transcurrido este tiempo emprendió de nuevo viaje, siempre mendicante en pos de la ayuda militar que algún reino cristiano quisiese prestarle para recuperar las tierras que una vez fueron suyas. Marchó a Francia, donde rindió su alma ocho años después, sin que pluguiera a la Divina Providencia que viera cumplida su demanda: volver a coronarse como León V, rey de Armenia la Chica.
A su muerte Madrid recuperó su condición de villa de realengo y para que no volviera a darse el caso ocurrido con Juan I, su hijo Enrique III, el doliente, ordenó que Madrid pasara a ser patrimonio inalienable de la Corona de Castilla, y desde entonces no ha vuelto a depender de señorío alguno.
Y esta es la historia del primer y único señor que ha tenido esta noble villa de Madrid. Espero que su lectura os haya resultado grata y de provecho y sepáis disculpar sus muchas faltas.
Dios guarde a vuesas mercedes.
Post scriptum
Algunos tratadistas intitulan a León como el sexto de su nombre, mas no difiero un punto del propio sello del monarca:
SIGILUM LEONIS QUINTI REGIS ARMENIE
ni de su epitafio:
CY GIST TRES NOBLE ET EXCELLENT PRINCE LEON DE LIZINGNEN QUINT ROY LATIN DU ROYAUME D'ARMENIE QUI RENDIT L'AME A DIEU A PARIS LE XXIXE JOUR DE NOVEMBRE L'AN DE GRACE M.CCC.IIIIXX.XIII. PRIEZ POUR LUY
al tratarle como León V.
Y si la sal de mi discurso despertó vuestra sed de conocimientos remito a vuecencias a las lecturas de aquellos que en la narración de los hechos me precedieron:
Repertorio de Príncipes de España, de Pedro de Escavias, quien fue alcaide de Andújar.
Nobleza Andaluza, de Gonzalo Argote de Molina, historiador y genealogista.
Teatro de las Grandezas de la Villa de Madrid Corte de los Reyes Católicos de España, de Gil González Dávila
Historia de los reyes de Castilla, del Canciller Mayor del reino de Castilla Pero López de Ayala
Chronique d'Arménie, del francés Jean Dardel, quien fuera confesor del rey León V y que a modo de trinitario medió para su liberación.
Nota de La Gatera de la Villa
Los miembros de La Gatera de la Villa piden disculpas al amable lector que nos ha hecho la consulta por si hubiera podido sentirse ofendido por las críticas gramaticales que le hace el gato Vargas, a quien ya hemos reprendido su descortés actitud.
Queremos también aclarar algunos de los topónimos que aparecen en texto:
El país que Vargas cita como “Armenia la chica” es conocido por varios nombres; entre ellos quizás el más popular sea el de reino armenio de Cilicia.
En 1420 Juan II otorgó a Villareal el título de ciudad, que desde entonces es conocida como Ciudad Real.
Advertimos también que no hemos podido confirmar la autencidad de las coplillas que Vargas pone en boca del pueblo de Madrid con motivo de la decisión de Juan I de dar la ciudad como señorío a León de Armenia.
Una calle en Madrid honra la memoria del que fue su señor.
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