Veinticinco años de la muerte de Tierno Galván
La desaparición hace un cuarto de siglo de don Enrique Tierno (1918-1986) fue una muerte meramente biológica, porque los personajes de su talla son inmortales por derecho propio, y la obra de Tierno, en el doble sentido de la palabra “obra”, obra de infraestructura y obra de letra impresa, está más presente en el ADN de la ciudad de lo que muchos se creen. Enrique Tierno ya era un personaje sobradamente conocido por la sociedad cuando accedió a la Alcaldía en el año 1979, pues contaba con un amplio currículum universitario en las ciudades de Salamanca, Murcia y Princeton, y con un amplio currículum político en un experimento del que fue coautor con Raúl Morodo, y que se llamó Partido Socialista del Interior, luego rebautizado como Partido Socialista Popular (PSP).
El PSI no era otra cosa que un partido que desde posiciones de izquierdas hacía oposición a la dictadura del general Franco, pero… ¡atención!: en vida del general Franco y operando desde la propia España, de ahí el énfasis puesto en la palabra “Interior”, en oposición a otros movimientos de izquierdas que arriesgaban mucho menos al actuar desde el exilio (o desde España, pero una vez muerto el dictador). El PSI era también un partido de izquierda urbana e intelectual, heredero en parte de la tradición doctrinal de Jaime Vera, por lo que rechazó poner en sus siglas cualquier referencia a ser un partido “obrero”, “burgués”, “campesino”, “aristocrático” o similares: estaba abierto a todas las clases sociales, pues sabía que cualquier proyecto de país medianamente serio tendría que contar con todas ellas.
En 1979 Enrique Tierno añadió a su historial de traductor, sociólogo, crítico literario, docente y tantas otras actividades la de alcalde de Madrid. Era el primero de los titulares de la Casa de la Villa que debía su cargo a un proceso democrático homologable con los de los países del “primer mundo”, y supo estar a la altura de tales circunstancias, pues dio al Ayuntamiento una personalidad propia. La mayoría de los alcaldes de los siglos XIX y XX, salvo raras excepciones, se habían limitado a ser meros brazos ejecutores del poder central que en cada ciclo histórico había gobernado España, y Tierno pudo gustar, o no gustar, pero no pasó desapercibido para nadie.
Hubo circunstancias de los mandatos de Tierno que estuvieron envueltas en grandes polémicas, como la reforma de la Puerta del Sol o el introducir elementos humorísticos en los discursos e incluso en los bandos municipales. En el otro lado de la balanza hay actuaciones consideradas hoy todavía como modélicas, como fue la de poner los recursos del Ayuntamiento a disposición de lenguajes culturales como el pop-rock, el cómic o el cine de vanguardia.
Sin embargo, si hemos de quedarnos con una gran contribución de Tierno a Madrid, es con la de la eliminación del chabolismo y las infraviviendas de la mayor parte del término municipal. Barriadas miserables y sórdidas, como las descritas en la novela “Tiempo de Silencio” de Martín Santos, habían servido para absorber las oleadas de inmigración que en el siglo XX habían despoblado la España rural camino de las grandes urbes, y todavía estaban en pie en 1979. La democracia no se construye solo con constituciones y leyes orgánicas, sino también con edificios habitables e higiénicos. Tierno asumió ese reto y lo superó con bastante éxito.
Ahora, 25 años más tarde, Madrid limita al sureste con una vergüenza llamada Cañada Real, que aspira a igualarse a las “favelas” del Brasil pre-Lula o a las ciudades sin ley del norte de México. El reto está ahí, y cualquier líder que aspire a pasar a la historia de Madrid del siglo XXI como Tierno pasó a la del XX tendrá que asumirlo.
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Comentarios
Muy buen artículo. Como siempre Pedro. Por cierto, enhorabuena por tu reciente libro sobre Enrique Tierno Galván.
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