El Art Decó en Madrid

Cuando comencé el blog dedicado al Art Decó madrileño, no tenía idea de la cantidad de muestras de este estilo que me iba a encontrar. Constatar su abundancia en Madrid, más de la que inicialmente esperaba, ha sido toda una sorpresa.

Que no deja de tener su lógica: Madrid dio el estirón justo por aquellos años (del poco más de medio millón que tenía en 1900 pasó al millón redondo oficialmente en 1934). En tan solo unas décadas, Madrid creció y edificó mucho más que en siglos de historia.

La capital dejó de ser esa ciudad apretada y provinciana, de marcado carácter castellano, para convertirse en una urbe ensanchada y cosmopolita. Sumida, eso sí, en un enconado tira y afloja entre modernidad y casticismo.

Tradición vs. Vanguardia

Un pulso que nació como reacción al surgimiento arrollador de nuevas corrientes artísticas y al hecho incuestionable de que no solo la ciudad, la sociedad entera se estaba transformando.

En los años 20 y 30 del siglo pasado, y pese al trauma de la Gran Depresión y el auge de los totalitarismos, se vivía una auténtica revolución de costumbres: la liberación de la mujer, la consagración del cine, la conquista del ocio y el deporte para las clases populares, las noches de cabarés y neón en las ciudades, la expansión de la electricidad, la radio y el teléfono, nuevos medios de transporte como el automóvil o el avión, la producción en masa de todo tipo de objetos...

Lejos de mostrar recelo o aprensión, la gente abraza entusiasmada todas estas novedades. Se vive una exaltación, entre el optimismo y la euforia, del progreso y la máquina, quizá el rasgo más definitivo del zeitgeist de aquellos tiempos.

Todo era confianza en el futuro. Sin reservas. La sociedad de la época se está haciendo moderna, y el Art Decó irrumpe para colmar esa fuerte vocación de modernidad. Al estilo, de hecho, se le conocía entonces como Estilo Moderno o Moderne Style. La denominación de Art Decó vendría años después, concretamente en 1966, con la retrospectiva que se dedicó en París a la Expo original de 1925 que le dio origen.

All that Jazz

El Art Decó apareció en el momento justo, saciando un deseo colectivo de escapismo como contrapartida a una posguerra reciente, la severa crisis económica del 29 y la amenaza en el aire de un nuevo conflicto. En una frívola y hedonista huída hacia delante, la gente decidió disfrutar de la vida y del Art Decó al ritmo del jazz. No en vano se conoce la década en que el estilo se consagró como los locos años 20. Razón también por la cual algunos consideran el Art Decó, más que un estilo, un estado de ánimo.

Pero vayamos a su acto fundacional, celebrado en París en 1925 con el título de Exposición de Artes Decorativas e Industriales Modernas. Partió como iniciativa del gobierno francés para revitalizar la industria y el comercio del país tras el parón bélico del 14 al 18 y la posguerra.

Fue allí donde se dio el pistoletazo de salida al nuevo estilo, fijando una de sus principales señas de identidad: el lujo, exhibido en los diversos pabellones por los principales talleres galos y por artistas de la talla de René Lalique o Baccarat.

El Art Decó se inaugura pues como un estilo opulento después de años de austeridad. La burguesía urbana demanda sofisticación en los objetos que consume, lo que se satisface por medio de materiales suntuosos: marfil, bronce, jade, laca, mármol… Junto a ellos aparecen otros nuevos como el níquel, el aluminio, el cromo o la baquelita, antepasada directa del plástico que permite, con la ayuda de la producción en serie, fabricar esos mismos objetos para hacerlos asequibles a las masas populares.

Moderno y Milenario

El gran acierto del Art Decó fue acompañar estos materiales audaces de un diseño audaz. Elegante, funcional y de líneas decididamente modernas, el Art Decó triunfó a la hora de generar un nuevo repertorio de formas adecuadas a los nuevos tiempos. Si algo no se le puede reprochar es que no fuera fiel a su época.

El nuevo escenario gira en torno a dos elementos: la ciudad y las máquinas, lo que retrata a la perfección el filme “Metrópolis” de Fritz Lang (1927). Y dentro de las ciudades la tendencia es hacia arriba, vertical, poniendo todo el énfasis en los rascacielos como signo de pujanza y progreso. Los rascacielos son además escalonados, rematados por curiosas torres y agujas, inspirándose en los zigurats mesopotámicos y las pirámides precolombinas. Lo que da pie a introducir otro rasgo fundamental del estilo: su querencia por las culturas antiguas, provocada por una serie de fascinantes descubrimientos arqueológicos. La secuencia comenzó en Machu Pichu en 1911, continuó con la localización de antiguas ciudades mayas bajo la jungla del Yucatán y llegó al paroxismo con el hallazgo en 1922 de la tumba de Tutankamón por Howard Carter y Lord Carnarvon. Esto último desató una fiebre por lo egipcio que se vio reflejado en las construcciones, la decoración y los objetos de la época.

El imperio de la geometría

El Art Decó, pese a su rico eclecticismo, no se trata de un historicismo ni de un anacronismo, sino de un estilo sólido y con clara identidad propia.

De carácter ornamental en un principio –no olvidemos que iba dirigido a un público eminentemente burgués-, sus elementos decorativos tendieron progresivamente hacia la esquematización y la abstracción geométrica. Esto se debió a la enorme influencia de movimientos artísticos como el cubismo, el constructivismo o la escuela Bauhaus, lo que también constituye otro de los grandes rasgos del Art Decó: su fructífera relación con las vanguardias.

No solo con ellas: es un estilo integral que afecta a todos los ámbitos y expresiones artísticas: de la arquitectura al diseño de interiores, de la pintura a la cinematografía, de la moda al cartelismo, de la escultura a la tipografía, del grabado al diseño industrial. Con el Art Decó brillaron sin excepción todas las artes visuales y decorativas.

Y es también, en la historia del arte, el primer estilo global y cosmopolita. Nace en Europa pero se extiende por los cuatro continentes. En América conocería un desarrollo inusitado de Miami a Brasil y de Nueva York a Montevideo. Pero su influencia, por vía colonial, se extiende a puntos distantes y exóticos del planeta como Asmara, la capital de Eritrea, Bandung en Java o Shanghai, que aún a día de hoy exhibe orgullosa sus imponentes edificios del Bund.

En España el Art Decó también cuajó, si bien en unos lugares más que en otros: Madrid, Barcelona, Valencia y, curiosamente, las ciudades asturianas. Focos más tradicionalistas como Sevilla se resistieron a su influjo, cultivando el regionalismo en años en que ya era una causa perdida (y que aun así tuvo un espectacular canto de cisne en la Exposición Universal de 1929).

El área de influencia del Art Decó en España fue reducido y su vigencia, además, algo más breve: mientras para el resto de Europa la cronología oficial va de 1925 a 1939, en nuestro país el estallido de la Guerra Civil adelantó su fecha de defunción a 1936.

Fue en el continente americano, lejos de las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, donde más se prolongó el estilo, perdurando hasta los años 50.

1936, de todos modos, no es una fecha cerrada: en Madrid la huella del Art Decó puede rastrearse aún en la posguerra. De hecho sobrevive hasta los años 50, como puede comprobarse en el edificio del Banco de Santander en la calle Alcalá o en la reforma del edificio de La Equitativa.

Madrid en clave de zigzag

El Art Decó madrileño presenta algunas peculiaridades. Es, para empezar, de materiales humildes: ladrillo y revoco, salvo excepciones (el antiguo Banco de Vizcaya en la calle Alcalá o el Edificio Carrión). Otro de los rasgos que lo distinguen es la supremacía del enfoscado a varios colores, tendencia que venía tanto del fauvismo como del neoplasticismo. La solución del enfoscado venía a disimular la pobre fábrica de ladrillo pero a cambio nos dejó una ciudad de fachadas coloridas y luminosas.

Destacan también en Madrid las magníficas molduras de la época, inconfundibles con sus líneas onduladas, facetados, grecas y estilizados motivos naturalistas. Muchas de ellas pueden admirarse todavía en portales e interiores de edificios, algunas restauradas con verdadero mimo.

Hay dos grandes ejes de Art Decó en nuestra ciudad. Uno de ellos es sin duda la Gran Vía, sobre todo en su último tramo, de Callao a Plaza de España; el otro es la Avenida Reina Victoria. Luego hay barrios del ensanche que se consolidarían en aquellas décadas, por lo que menudean en ellos los ejemplos de este estilo. En algunas zonas, como la de Zurbano-García de Paredes-Modesto Lafuente-Martínez Campos, llegan a ocupar manzanas enteras.

Esquinas como proas de barco

Existen en Madrid ejemplos de todas las variedades del Art Decó, desde su primer periodo más decorativo -de influencia francesa o en clave más internacional- al segundo, ya en los años 30, depurado de adornos y de perfiles aerodinámicos basados en las formas de automóviles o transatlánticos. De ahí su aire naval, con ventanas como escotillas, barandillas tubulares blancas y siluetas como de barco (en España, de hecho, fue un Club Náutico, el de San Sebastián, el que inauguró esta tendencia).

Este segundo periodo, con sus característicos voladizos y líneas curvas en balcones y fachadas, es el que se conoce en España comúnmente como racionalista. Allende nuestras fronteras, sin embargo, es más conocido como streamline o aerodinámico (también Streamline Moderne o Art Moderne). Deriva de la Bauhaus y de la arquitectura expresionista alemana y es el germen del desarrollo del Movimiento Moderno, que se impondría en todo el mundo a partir de los años 50.

En cualquier caso, no hubo ni transición fluida ni corte abrupto entre el primero y el segundo periodo. Contra lo que muchos creen, Madrid no se volvió moderna de la noche a la mañana: en los años 30, antes de la Guerra Civil, convivían en la ciudad los más diversos estilos, del Art Decó más internacional (como el de Gran Vía 52 o la serie de edificios en la calle Hermanos Álvarez Quintero) al streamline o racionalista, e incluso edificios historicistas (como el neoplateresco de la plaza de Rubén Darío, que provocó las críticas encendidas de la revista del Gatepac por considerarlo anacrónico y decadente).

La introducción definitiva de la modernidad arquitectónica no vendría hasta 1935, con la famosa Ley Salmón, que promovía la construcción de viviendas de alquiler para la clase media en el ensanche. Madrid vivió entonces un genuino boom inmobiliario, como demuestran los muchos edificios acogidos a esa ley que todavía quedan en pie.

Con todo, la de estos edificios era una modernidad imprecisa, con un racionalismo en apariencia pero nada sincero, que simplemente seguía la moda, gratuito y hueco: lo que algunos críticos de la época denominaron “racionalismo al margen” (la organización en planta de los pisos, por ejemplo, distaba mucho de ser racionalista).

No obstante, pese a que su lenguaje formal solo se acercara a veces de modo superficial a la modernidad, el estilo de estos edificios levantados al amparo de esa ley ha quedado, según algunos autores, como representativo de los años de la II República.


Texto y fotografías de David Pallol, autor del blog Madrid Art Decó

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Autor del artículo

David Pallol

Comentarios

AL(hace 11 años)

Estupendo artículo, en efecto. Como el estilo en sí mismo, lineal y contundente. Gracias por compartirlo.

David Pallol(hace 11 años)

¡Gracias, Enrique!

Enrique(hace 11 años)

Estupendo articulo didáctico sobre el Art Decó (del cual soy admirador en todas sus facetas) madrileño, simple y escueto, pero lleno de contenido, enhorabuena.

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